Era aún niña, cuando papá nos invitó al cine a ver una película titulada «¿Sabes quien viene a cenar?» desde entonces, el nombre de Sidney Pointer jamás lo olvidé, justo acabo de ver la película y sólo ahora desde mi adultez entiendo los problemas interraciales que se vivía en esa época en Estados Unidos y cuánto se luchó por los derechos de la comunidad afroamericana.
Sidney Poitier, el primer actor negro en ganar un premio Oscar como actor protagonista de una película, falleció este viernes a los 94 años en Bahamas, según lo ha confirmado el ministro de Asuntos Exteriores del archipiélago en un comunicado en el que no precisa más detalles de la causa de la muerte del legendario actor, nacido en Miami en 1927 y de padres naturales de la isla de Cat.
Poitier, el primer ‘dandy’ negro de Hollywood, deja tras su muerte un rastro de rectitud, elegancia y saber estar que ningún otro actor ha podido personificar como él en los más de cincuenta años de carrera que deja a sus espaldas. Pero, ante todo, y casi por encima de su sello como primer actor de color en conseguir un Óscar (‘Los lirios del valle’, 1964), Poitier fue el símbolo de Hollywood durante el movimiento por los derechos civiles, un periodo en el que se convirtió en la mayor estrella de la industria del cine americano.
El intérprete, director, activista y diplomático estadounidense de origen bahameño fue un auténtico ídolo de Hollywood, con medio centenar de películas a sus espaldas, entre las que destacan ‘Rebelión en las aulas’, ‘En el calor de la noche’ y ‘Adivina quién viene a cenar esta noche’, estrenadas entre junio y diciembre de 1967, justo cuando las calles ardían, éxitos que cimentaron su icónico estatus en la sociedad estadounidense.
Esas interpretaciones, que en mayor o menor medida hablaban del racismo en EEUU, ayudaron a derribar las barreras sociales entre afroamericanos y blancos y le convirtieron en la primera gran estrella negra de la industria. Poitier lo consiguió con talento, conciencia, integridad, carisma y un encanto extraordinario, sin que eso impidiera a sus personajes replicar a una bofetada o pedir respeto con iracunda frialdad. Su figura fue un bálsamo para el público, alguien con la contención de Martin Luther King en plena era de rebeldía y convulsión.
Sus películas mostraron la división estadounidense, pero también las ganas y el deseo de unirse para dejar atrás la confrontación, un mensaje que quedó grabado a fuego en el rostro impávido del actor, imagen de la resistencia y estandarte de la dignidad en unos tiempos donde el cine pedía a gritos la figura de un héroe que ejemplificara esa lucha por la igualdad. Y Poitier no solo aceptó ese rol, sino que agitó las conciencias.
«Los negros que aparecían en las películas cuando yo empezaba siempre eran estereotipos negativos: payasos, mayordomos arrastrados, inadaptados… Yo elegí no formar parte de esos tópicos. Quiero que mis hijos se vean reflejados en el cine», explicaba el intérprete en 1967.
Que Poitier naciese en EEUU fue fortuito. Sus padres, ciudadanos de las Bahamas y propietarios de una granja de tomates, viajaron a Miami a vender la cosecha cuando la mujer se puso de parto de forma prematura. Poitier nació el 20 de febrero de 1927, pero se crio junto a sus seis hermanos en Cat Island, la humilde localidad de las Bahamas donde pasó sus diez primeros años de vida. De allí se trasladó a Nassau y poco después se fue a Florida a vivir con uno de sus hermanos mayores. Solo entonces comenzó a comprobar el racismo que existía en aquel país que comenzaba a ser su hogar, adonde acudió con un encargo de su madre: «Cautívalos, hijo. Haz que sean neutrales».
Sin estudios, sin apenas dinero, pero con la firme determinación de convertirse en artista, Poitier se desplazó a Nueva York en busca de oportunidades, aunque al principio pasara más tiempo lavando platos que aprendiendo a leer.
En 1945 entró en un programa de educación teatral y, apenas cinco años después, logró su primer papel en una película: ‘Un rayo de luz’, dirigida por un Joseph L. Mankiewicz que se había propuesto rodar películas que dieron protagonismo a artistas afroamericanos. Después llegarían títulos como ‘Semilla de maldad’ (1955), ‘Donde la ciudad termina’ (1957), ‘Fugitivos’ (1958), ‘Un lugar en el sol’, (1961) o ‘La clave de la cuestión, las fronteras de la piel’ (1962), antes de que ganara el Oscar y enlazara las tres películas que lo confirmaron como un talento trascendente.
Más adelante, en las décadas de 1970 y 1980, se aventuró en la dirección de películas como ‘Buck y el farsante’ y ‘Locos de remate’, -protagonizada por Gene Wilder y Richard Pryor-, aunque siguió apareciendo en obras como ‘Dispara a matar’, ‘Espías sin identidad’, ‘Sneakers (Los fisgones)’ y ‘The Jackal (Chacal)’.
Su último papel fue en el telefilme ‘The Last Brickmaker in America’, en 2001, un año antes de que la Academia de Hollyood le entregase el Oscar honorífico de manos de Denzel Washington, su gran sucesor en la industria.
Poitier subió al escenario y, tras llevarse la mano al corazón, dijo: «Acepto este premio en recuerdo de todos los actores afroamericanos que lucharon antes que yo en los años difíciles», con la misma pose de dignidad y compostura con la que sus más recordados personajes hacían frente a la ignorancia y el odio.
Su última aparición pública fue en la 86 edición de los Oscar, en 2014, donde entregó un premio junto a Angelina Jolie; en 2016 fue galardonado con un Bafta honorífico.