Uno de los rituales muy extendidos hasta mediados del siglo XX fue el retratar a los niños que mueren en sus primeros años de vida, a los cuales se les designa como “Angelitos” pues mueren en pureza e inocencia.
Al surgir la fotografía como una forma de inmortalizar algún momento, prácticamente toda actividad humana es plasmada, incluso la muerte y en los menores fue muy importante realizar esta práctica que tenía como propósito conservar un recuerdo de su corta vida y celebrar su ‘partida al cielo como angelitos’, ya sea vestidos de santos o en representaciones de escenas cotidianas en las que simularan estar vivos.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) esta práctica fue muy común durante aquel periodo, sin embargo, en la actualidad este estilo fotográfico ha continuado, ya que existen algunas comunidades que aún lo practican, como los municipios de Pinos, en Zacatecas, y Cosío, en Aguascalientes.
Estas fotografías de “Angelitos” ‘hablan de la celebración de la muerte de un niño, porque la idea es que el infante, al estar libre de culpas y pecados se iba ‘directo al cielo como angelito’’. Este ritual, conocido como ‘La Muerte Niña’, dijo, surgió en Europa, y llegó a América durante la época Colonial (siglo XVII), y en la primera mitad del siglo XIX, a través de la pintura se representaba a los pequeños difuntos de tres maneras: como angelitos, como si estuvieran vivos y llegando al cielo.
Esta práctica que tenía como propósito conservar un recuerdo de su corta vida y celebrar su ‘partida al cielo como angelitos’, ya sea vestidos de santos o en representaciones de escenas cotidianas en las que simularan estar vivos fue muy practicada por diferentes clases sociales, quienes de esa forma, guardaban un recuerdo del pequeño en sus ultimas horas en la tierra, antes de ser sepultado.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) esta práctica fue muy común durante aquel periodo, sin embargo, en la actualidad este estilo fotográfico ha continuado, ya que existen algunas comunidades que aún lo practican, como los municipios de Pinos, en Zacatecas, y Cosío, en Aguascalientes.
Así, fue en la segunda mitad de esa centuria que dicho formato fue sustituido por la fotografía, toda vez que se convirtió en el único medio utilizado para retratar a niños muertos, porque era más económico que la pintura, y por ende era accesible para la clase media.
En los retratos, el menor aparecía solo o acompañado por un familiar; o en ocasiones era colocado en la representación de una escena cotidiana en la que pareciera continuar con vida.
‘Generalmente, los niños difuntos eran ataviados como santos, por ejemplo San José, el Sagrado Corazón, o la Virgen de la Inmaculada Concepción; los vestían con trajes blancos o sus mejores ropas para la ocasión, posteriormente eran colocados sobre un tipo altar cubierto con una sábana blanca y coronados con flores de azahar, rodeados con rosas, azucenas y nubes’.
En el caso de México, hubo varios fotógrafos con importantes colecciones fotográficas de este tipo, tal es el caso de Juan de Dios Machain, jalisciense de quien se conocen más de 100 imágenes, y José Bustamante Martínez, de Zacatecas, quien dedicó gran parte de su trabajo a esta expresión visual.
En Aguascalientes, existen destacadas evidencias fotográficas del ritual de ‘La Muerte Niña’, sin embargo aún no se ha determinado el nombre de los autores de estos retratos.
En el caso de Guanajuato, Romualdo García Torres, es uno de los máximos exponentes de la fotografía post mortem en el país, llegó a tomar cientos de retratos y su obra es tan amplia que en ella también dejó huella de la vida cotidiana de la sociedad mexicana de hace poco más de un siglo. Otro personaje que también dejó un importante legado, menos famoso que Romualdo García, fue Rutilo Patiño, Fotógrafo nacido en 1890 en Jaral del Progreso, Guanajuato. Su obra conocida se centra, casi por completo, en plasmar la vida en su pueblo natal y en algunos escasos viajes que realizó por la República Mexicana.
En este día, que recordamos a los niños que murieron pronto para ser «Angelitos» los honramos con una ofrenda a su memoria y recordamos estas prácticas realizadas con la finalidad de nunca olvidar al finado.